lunes, 24 de octubre de 2022

RELATO

 EL REENCUENTRO


Dicen que todos tenemos un tío en América, pues yo tengo un tío abuelo que se llama Emilio. 

El tío Emilio es hermano de mi abuela Carmen, la madre de mi padre.

Dicen que el tío Emilio tuvo que hacer las Américas, como miles de españoles durante la guerra civil, para que no le dieran mata rile, porque era republicano y socialista, al terminar la contienda no tenía mucho futuro si se quedaba por aquí, ya que las cosas se pusieron bastante feas para los que perdieron la guerra.

Mi bisabuelo tuvo que vender su vaca, que era la única que tenía para poder pagarle el pasaje del barco, él decía que un hijo vale más que todas las vacas del mundo y con razón.

Así que el tío Emilio embarcó rumbo a Cuba en el primer barco que zarpaba y no le quedó más remedio que marcharse en él, con todo el dolor de su corazón, pensando que quizás no volvería a ver a su familia jamás.

Cuando el barco atracó en la Habana estuvo dando tumbos por el puerto varios días pasando muchos apuros, porque apenas llevaba dinero y se las tuvo que apañar como

pudo, hasta que conoció a otro español que trabajaba en un almacén de tabaco, se hicieron amigos y le consiguió un trabajo, tenía que seleccionar las hojas del tabaco y llevarlas al secadero para que luego hiciesen los puros que se hacían a mano.

Allí estuvo viviendo varios años, trabajando en lo que se terciara, aparte del tabaco

también estuvo cortando caña de azúcar para hacer ron, pero cuando empezó la revolución de Fidel Castro se marchó a Argentina porque ya había tenido bastante con lo que había sucedido en España y no quería más líos, así que se fue lo más lejos que pudo de revueltas y demás historias que no traen nada bueno para el pueblo.

Ahorro todo lo que pudo y para allá que se marchó, en Argentina se encontró con muchos españoles también exiliados como él, enseguida se adaptó al país que en aquellos tiempos era uno de los países más seguros y ricos de América. 

En Buenos Aires encontró trabajo como mozo en una zapatería que era de unos españoles gallegos, estando trabajando allí conoció a una muchacha que trabajaba de dependienta, con el tiempo empezaron a salir juntos y al final terminaron casándose y tuvieron varios hijos.  

Así fueron pasando los años, pero mi tío añoraba mucho su tierra, dijo a sus hijos que se venía para España a ver a su familia, antes de que fuese demasiado tarde y se fuera para el otro barrio. 

Un buen día se presentó en casa de mis abuelos y mi abuela Carmen le abrió la puerta, como no lo reconoció y se la cerró en la cara.

El tío Emilio volvió a llamar otra vez y le dijo a mi abuela: pero Carmen tanto he cambiado que no reconoces a tu hermano?.

A ella casi le da un patatús de la impresión, se quedó como petrificada un buen rato, habían pasado 50 años sin verse, entonces mi abuela se le abrazó llorando y empezó a llamarnos a todos para que lo conociéramos.

Estuvo contándonos como le habían ido las cosas desde que emigró y se quedó un mes con nosotros, hasta que se volvió para su casa en Argentina con su familia.

No hemos perdido el contacto con los primos americanos y solemos hablar por teléfono de vez en cuando, siempre por Navidad y en los cumpleaños.


A veces la vida te da esos regalos que uno no se espera y que no hay que dejar escapar, porque la vida es muy corta, hay que aprovecharla siempre, pase lo que pase.

Merche.







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